Fá perdió toda ilusión en el amor, Fá se quiso matar por amor, literal. Un tipo la "salva" de su intento por abandonar este mundo. Y digo la "salva" porque lejos de sacarla de su némesis simplemente le recuerda que el amor sí existe. Que se puede volver a respirar. Que se puede desnudar sin reservas a plena luz del día y sentirse querida, deseada.
Pero los ciclos no se cierran así de fácil. Hace falta la charla de cierre, donde ambos se perdonan, o se maldicen, o se reconcilian (bueno no, eso creo que no...) pero siempre hace falta el colofón para tirarse la última mierda posible, los reclamos ahogados en el pecho, las preguntas sin respuesta.
Y la noche, solita... tan solita como ella. Y la calle ausente. La música suena a lo lejos, lo suficiente para sentirse totalmente ajena. Mirando la fachada de sus lamentos, ese número 12, esperando. Sonido, intervalo, sonido, intervalo, otro sonido, más intervalos, pero nada. El reloj andando, las ansias carcomiendo el espíritu, apagándose más de vez en vez. Sonido, intervalo, sonido, intervalo... ¿qué más da? A estas alturas ya todo se ha visto, todo está dicho. No hay dudas de lo vivido, no hay prórrogas, se ha perdido la intriga. Quedar totalmente exhibida, de brazos abiertos, corazón sin coraza, las cosas como son. Hiperrealismo.
Pero el silencio abruma más que la misma exhibición del ser. No hay nada que buscar, nada que encontrar. La duda se deja ver, Fá tiene una epifanía, no hay nada más por hacer. Esta noche no Fá, esta noche ya no.
La música se apaga lentamente, Fá, querida, es hora de volver a casa.
Pero el silencio abruma más que la misma exhibición del ser. No hay nada que buscar, nada que encontrar. La duda se deja ver, Fá tiene una epifanía, no hay nada más por hacer. Esta noche no Fá, esta noche ya no.
La música se apaga lentamente, Fá, querida, es hora de volver a casa.